Época: Judaísmo
Inicio: Año 1900 A. C.
Fin: Año 2003

Siguientes:
La liturgia



Comentario

De orígenes inciertos y uno de los pilares del judaísmo, su función principal ha sido siempre la de aglutinar a las comunidades en un mismo espacio y permitir continuar la vida religiosa de las poblaciones dispersas ya desde el exilio, después de la destrucción del primer templo en el siglo VI a.C. No obstante, las primeras sinagogas de las que se tiene constancia arqueológica han sido fechadas cinco siglos más tarde, hacia finales del periodo del segundo templo.
La función comunitaria de la sinagoga, centro de la vida social y espiritual de las poblaciones, queda reflejada en su propio nombre, derivado de una traducción griega del hebreo bet keneset (lugar de reunión). De esta forma, ya existían sinagogas durante el segundo templo, que debieron tener una función claramente identificable y diferenciada. A partir del año 70 d.C. y con el triunfo del judaísmo rabínico, que pone el acento en la importancia central de la sinagoga, éstas empiezan a expansionarse, funcionando como un referente de las comunidades dispersas, a pesar de no perder de vista nunca el objetivo principal, que es la reconstrucción del Templo de Jerusalén. La pérdida de éste hizo que a partir de entonces la sinagoga añadiera a sus funciones como lugar de estudio y asamblea la de ser un centro religioso, una función que antes correspondía exclusivamente al templo. Sin embargo, en el templo se realizaban sacrificios, una labor que sólo allí podía ser hecha, según la ley judía. Por ello en la sinagoga los sacrificios fueron sustituidos por una intensificación del estudio y de los servicios divinos comunales.

Para el judaísmo la sinagoga, al contrario que el templo, no es un espacio sagrado, aunque sí lo son los objetos que contiene y las actividades que en ella se realizan. Estos dos factores son los que hacen de la sinagoga un pequeño santuario de Israel en el exilio, a falta del templo.

Tradicionalmente orientadas hacia Jerusalén, la actividad principal que determina la disposición del espacio y del resto de elementos es la lectura de la Torá. Sus rollos se conservan en el arca, situada en la pared que mira a Jerusalén, y son leídos desde un atril plano. En las sinagogas tradicionales el lector mira hacia el arca y el atril se sitúa muy lejano, en medio del recinto o al fondo, lo que crea problemas a la congregación para seguir al predicador. Modernamente, las sinagogas presentan el atril frente al arca, de forma que tanto el director de la plegaria como el predicador quedan de frente a los congregados.

El atril se levanta en un recinto elevado, llamado por los sefardíes tebah (caja, antiguo nombre del arca) y por los ashkenazíes almemar o bimah (plataforma, en árabe y griego). Suele estar cubierto con un paño.

El arca, que domina el interior de la sinagoga, es accesible a través de unos escalones. Generalmente está muy decorada, con motivos geométricos, tallas y textos en hebreo. Puesto que contiene la Torá, el arca es motivo de gran reverencia y ya su nombre hebreo -aron ha-kodesh o heikhal- sugiere reminiscencias del antiguo santuario de Jerusalén. Lo mismo ocurre con su lámpara (ner tamid) y la cortina (parokhet).

Al frente de la sinagoga está el rabino, cuyas atribuciones van más allá de lo estrictamente religioso, actuando como una especie de juez, instructor e inspector de la vida civil de toda la comunidad. En los oficios, hombres y mujeres están separados, lo que es posiblemente una práctica de origen medieval. Las mujeres podían tener una sala propia, una galería o bien permanecer ocultas por cortinas o enrejados. A veces, una mujer instruida en la religión dirigía para ellas la oración en lengua vernácula. Actualmente la separación de géneros continúa sólo entre las comunidades ortodoxas.

Cada semana se recita en la sinagoga una parte distinta (parashah) de la Torá, de tal forma que su lectura completa se hace a lo largo de un ciclo anual o trienal. Tras el parashah se lee un pasaje más corto de los Profetas.